sábado, 15 de enero de 2011

Discurso de Gettysburg, El Más Famoso Discurso de Abraham Lincoln

Abraham Lincoln


El Discurso de Gettysburg, el más famoso discurso de Abraham Lincoln, fue pronunciado en la Dedicatoria del Cementerio Nacional de los Soldados en la ciudad de Gettysburg, en Pensilvania, Estados Unidos de América, el 19 de noviembre de 1863, cuatro meses y medio después de la Batalla de Gettysburg durante la Guerra Civil Norteamericana.

Aunque el cuidadosamente redactado discurso de Lincoln era secundario con los otros discursos del día, ha sido considerado con posterioridad como uno de los más grandes discursos en la historia de la humanidad. o, al menos, uno de los más famosos y citados de la era moderna. Invocando los principios de igualdad de los hombres consagrado en la Declaración de Independencia, Lincoln redefinió la Guerra Civil como un nuevo nacimiento de la libertad para los Estados Unidos de América y sus ciudadanos.

A continuación aquellas selectas palabras de Abraham Lincoln, que resonaron a través de los Estados Unidos y a través de la historia.

Hace ocho décadas y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación concebida en la libertad y consagrada al principio que todas las personas son creadas iguales.

Ahora estamos empeñados en una gran guerra civil que pone a prueba si esta nación, o cualquier nación así concebida y así consagrada, puede perdurar en el tiempo. Estamos reunidos en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos venido a consagrar una porción de ese campo como último lugar de descanso para aquellos que dieron aquí sus vidas porque esta nación pudiera vivir. Es absolutamente correcto y apropiado que hagamos tal cosa.

Pero, no obstante, nosotros no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar este terreno. Los valientes hombres, vivos y muertos, que lucharon aquí lo han consagrado ya muy por encima de nuestro pobre poder de añadir o restarle algo. El mundo apenas advertirá y no recordará por mucho tiempo lo que ahora decimos, pero nunca podrá olvidar lo que ellos hicieron en este campo.

Somos, más bien, nosotros, los vivos, los que debemos consagrarnos ahora a la tarea inconclusa que, aquellos que aquí lucharon, hicieron avanzar tanto y tan noblemente. Somos más bien los vivos los que debemos consagrarnos ahora a la gran tarea que aún resta ante nosotros: que, de estos muertos a los que honramos, tomemos una devoción incrementada a la causa por la que ellos dieron hasta la última medida completa de celo. Que resolvamos aquí, firmemente, que estos hombres no habrán muerto en vano.

Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad.

Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra.