sábado, 19 de febrero de 2011

Carlo Strenger: El mundo global aumenta el “miedo a la insignificancia”

Los medios de comunicación y sus estrellas entrampan al “homo globalis”

En un pasado no lejano, los jóvenes aspiraban a convertirse en abogados o médicos. Ahora, anhelan alcanzar la fama de Mark Zuckerberg o de Angelina Jolie, un deseo que se extiende también a los adultos. La imposibilidad de lograr semejante objetivo causa estragos en la imagen que se tiene de uno mismo y menoscaba nuestro sentimiento de merecimiento personal, advierte el psicólogo de la Universidad de Tel Aviv, Carlo Strenger. En entrevista exclusiva para Tendencias21, Strenger nos explica de manera detallada el fenómeno del miedo a la insignificancia, sus consecuencias para nuestra sociedad y también la manera de superarlo. Por Yaiza Martínez.

¿Cómo pueden los medios de comunicación globales afectar o impactar en la forma en que nos percibimos a nosotros mismos?

El sistema de infoocio global está necesitado de celebridades globales que resulten atractivas a la audiencia global, con fines publicitarios. Como resultado, los medios de comunicación están llenos de historias de éxito global, desde la de Steve Jobs a la de Oprah Winfrey. Estas historias llegan a formar parte de nuestras consciencias, en las que se perpetúa el mito de que un éxito de este tipo es accesible para todo aquél que, simplemente, tenga iniciativa y talento. Pero esto es completamente falso: los medios de comunicación están llenos de historias que en realidad le pasan sólo a una persona entre un millón. A pesar de eso, todos acabamos sintiendo que si no tenemos tanto éxito es que hemos fallado y nuestra vida no es importante.

Su investigación se hizo siguiendo un método interdisciplinar. En su opinión,

¿Qué otros factores podrían estar fomentando la ansiedad creciente del individuo moderno, además de su miedo a la insignificancia?

Hay diversos factores, como la valoración que se hace de la juventud en los medios de comunicación, las historias sobre éxitos a muy temprana edad. Mark Zuckerberg, que a los 26 años ha cambiado el mundo, es un ejemplo perfecto. Estos modelos hacen que la gente tema que aquello que no han logrado antes de los 40 años deje de ser realizable y valioso a partir de entonces. Esta idea aumenta la ansiedad y desvaloriza las carreras tradicionales, que precisan de mucho tiempo para evolucionar y no conducen a un éxito financiero espectacular ni a la fama.

¿Cuáles serían las consecuencias del miedo a la insignificancia para la sociedad?

Este miedo propicia una búsqueda constante del éxito rápido. Las personas talentosas buscan desesperadamente el éxito precoz. Por otro lado, aquéllos que no sienten la necesidad de hacer carrera, están fascinados por la telerrealidad, el género definitorio de la televisión hoy día. Porque en la telerrealidad podemos ver cómo individuos “corrientes”, como cualquiera de nosotros, se hacen famosos en nada de tiempo. Valores como la investigación en el conocimiento o la contribución a la mejora de la sociedad están menos claros en nuestra sociedad de lo que nunca lo han estado anteriormente.

¿Cómo podemos superar el miedo a la insignificancia?

No creo que pueda eliminarse la comparación en la constitución de la autoestima. En algún grado, todos nos comparamos a nosotros mismos con los demás. Pero necesitamos hacernos conscientes de que si medimos nuestra propia valía a partir de criterios comparativos como la riqueza y la fama, estamos condenados a vivir en un miedo constante a la insignificancia.

He trabajado con muchas personas exitosas, y puedo decir que si sólo te mides a ti mismo a través de la comparación con los éxitos ajenos, nunca te sentirás satisfecho: tu exposición perderá valor; a los críticos no les gustará tu próximo libro; alguien de tu propia empresa llegará más lejos que tú y más rápidamente… Cada logro se convertirá sólo en un punto de referencia a superar, por el logro siguiente.

El camino hacia la auto-realización pasa por sentir que uno está viviendo de manera auténtica su propia vida, que existe una lógica inherente a nuestro propio desarrollo. La autoestima estable se alcanza a través de lo que yo llamo una “auto-aceptación activa”: ésta requiere del autoconocimiento y de unos valores claros, así como de una conciencia creciente sobre nuestra contribución al mundo. Esta contribución no puede ser evaluada con mediciones comparativas.

La segunda herramienta sería la inversión en nuestra propia cosmovisión. Muchas personas buscan el alivio a la ansiedad en libros de autoayuda sin base científica, que prometen el éxito rápido; o en libros de “espiritualidad pop” que prometen el acceso instantáneo a una felicidad duradera. Todo esto es charlatanería, y fomenta la decepción.

Una cosmovisión estable requiere de mucho trabajo. Nadie espera quedar satisfecho con el esfuerzo de tan sólo unos días. Entonces, ¿por qué vamos a adquirir fuerza mental y una cosmovisión estable sin trabajar duro? La educación liberal no debería orientarse sólo hacia la obtención de rápidas y exitosas carreras, sino también hacia cuestiones fundamentales acerca de los valores y verdades que se han perdido en los últimos tiempos, y que necesitan ser reestablecidas. Pero la inversión en la cosmovisión personal no termina cuando te gradúas. Es un proceso para toda la vida, que debería ser valorado y disfrutado

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