domingo, 20 de febrero de 2011

Lo que pasa cuando le leemos un cuento a un feto humano




A pesar de que ya se ha demostrado que determinados estímulos intelectuales no tienen efecto alguno en los bebés, ni mucho menos cuando el bebé todavía permanece en el claustro materno (quizá el ejemplo paradigmático sea la creencia de que pueda servir de algo poner música de Mozart a un feto), sí existen algunos estudios que sugieren que la literatura podría tener algún efecto. Incluso antes de que nazcamos.

Y es que los bebés pueden aprender incluso estando en el interior del útero, y por tanto no es necesario esperar a que el bebé nazca para explicarle cuentos antes de irse a dormir.

Los psicólogos Anthony DeCasper y Melanie Spence solicitaron a futuras madres que, durante el último trimestre de embarazo, leyesen diariamente en voz alta durante tres minutos un pasaje de The Cat in the Hat, del doctor Seuss, o The King, the Mice, and the Cheese, de Nancy y Eric Gurney.

Examinados sólo un día o dos después de nacer, los bebés que habían estado expuestos a Seuss en el útero preferían a Seuss, y los que habían oído The King preferían The King, incluso cuando era otra persona quien leía las historias. Esto no equivale a decir que en el último trimestre los niños “entendieran” realmente el cuento del Gato, pero al parecer sí percibieron su ritmo característico.

Es decir, que nuestros futuros hijos no serán más inteligentes si les leemos historias. Pero sí podemos influir ya en sus gustos literarios, al menos en los primeros estadios de su vida.

¿Y también ocurre con la música? Al parecer, sí. Aunque el tema musical pudiera ser un poco más peliagudo, tal y como explica el psicólogo Gary Marcus:

Otro estudio reveló que los fetos del tercer trimestre podían captar la melodía de Mary Had a Little Lamb, y en otro se comprobó que eran capaces de reconocer el tema musical de un culebrón británico. (De todos modos, no estoy sugiriendo al lector que lo intente en casa. No es seguro que la exposición prenatal no tenga alguna consecuencia perdurable a largo plazo; algunos expertos creen que esta exposición deliberada podría ser realmente perjudicial para el sistema auditivo en desarrollo así como para los ciclos naturales de sueño-vigilia del niño.)

Vía | El nacimiento de la mente de Gary Marcus

Cirugía extrema: no es ciencia ficción





Aislado en la Antártida, Ivanovich Rogozov hizo una proeza médica: sufrió un ataque de apendicitis y se operó a sí mismo con la ayuda de un compañero que le sostenía el espejo en el que se miraba la herida. Lo hizo sin guantes, el 2 de abril de 1961. Se administró procaína para aguantar el dolor, hizo un corte de doce centímetros.

Más casos de cirugía extrema en: Cirugía de ciencia ficción (Quo)

Tenemos mucho que aprender del oso negro




En Alaska los inviernos son largos y duros, así que los osos negros se ven obligados a permanecer hasta siete meses al año sin comer, beber, orinar o defecar. Pero cuando el invierno cesa y los osos salen de su refugio, es como si nada hubiera pasado. Prácticamente se encuentran en las mismas condiciones fisiológicas que cuando comenzaron su hibernación.

Obviamente los investigadores humanos están sumamente interesados en esta habilidad plantígrada. Por eso han realizado una especie de guaridas artificiales y han monitorizado las constantes vitales de varios ejemplares durante su hibernación con toda clase de dispositivos. Gracias a este despliegue, han descubierto que el ritmo cardiaco del oso desciende a solo 14 pulsaciones por minuto, su temperatura entre 5 y 6º, y que su metabolismo se ralentiza en tres cuartas partes.

Si pudiéramos copiar esta habilidad, los enfermos en estado crítico podrían tener una oportunidad de sobrevivir, y los astronautas podrían afrontar con garantías viajes de larga duración a través del espacio profundo, evitando males como la osteoporosis o la atrofia muscular.

El trabajo de investigación, realizado por científicos del Instituto de Biología Ártica de la Universidad de Alaska en Fairbanks se ha publicado en la revista Science.

Me enteré leyendo el Guardian.