jueves, 24 de marzo de 2011

Algunos pensamientos de científicos escépticos (IV)

Para quienes todavía dudan de cuán diametralmente opuestas son superstición y ciencia, vale la pena leer la siguiente reflexión del profesor de filosofía y director del Centro de Estudios Cognitivos de la Universidad de Tufts, Daniel C. Dennett, autor de libros tan iluminadores como Romper el hechizo:

¿Venero yo la medicina moderna? ¿La ciencia es mi religión? No en lo absoluto; no hay ningún aspecto de la medicina moderna o de la ciencia que estuviera dispuesto a eximir del más riguroso escrutinio, y puedo identificar fácilmente una gran cantidad de problemas serios que todavía necesitan ser resueltos. Eso es fácil de hacer, por supuesto, pues los mundos de la medicina y la ciencia están ya de lleno involucrados en las más obsesivas, intensivas y humildes autoevaluaciones hasta ahora conocidas para las instituciones humanas, y regularmente hacen públicas el resultado de estos autoexamenes. Mas aun, esta incondicional crítica racional, imperfecta como es, es el secreto del sorprendente éxito de estas empresas humanas. Hay mejoras medibles cada día.
Una cosa en particular me sorprendió cuando comparé el mundo médico del cual mi vida ahora dependía con las instituciones religiosas que he estado estudiando tan intensamente en los años recientes. Uno de los temas más dulces y consoladores que se pueden encontrar en cualquier religión (hasta donde yo sé) es la idea de que lo que realmente importa es lo que está en tu corazón: si tienes buenas intenciones, y estas tratando de hacer lo que (Dios dice) es correcto, eso es lo mas que se puede pedir. No es así con la medicina! Si estas mal (especialmente si deberías haber sabido mejor) tus buenas intenciones sirven de casi nada. Y mientras que dar saltos de fe sin mayor escrutinio de las propias opciones es frecuentemente celebrado por las religiones, es considerado un gran pecado por la medicina. Un doctor cuya devota fe en sus revelaciones personales sobre como tratar un aneurismo aórtico lo condujo a hacer pruebas no verificadas en pacientes humanos sería severamente reprendido si no es que expulsado totalmente de la medicina. Hay excepciones, por supuesto. Unos cuantos pioneros aventureros y dispuestos a tomar riesgos son tolerados y (si prueban estar en lo correcto) eventualmente honorados, pero pueden existir solamente como excepciones raras al ideal del investigador metódico que escrupulosamente descarta teorías alternativas antes de poner la suya en practica. La buenas intenciones y la inspiración simplemente no son suficientes.
En otras palabras, mientras que quizas muchas religiones sirvan un proposito benefico al dejar que mucha gente se sienta a gusto con el nivel de moralidad que ellos mismos pueden obtener, ninguna religion sujeta a sus miembros a los altos estandares de responsabilidad moral con los que el mundo secular de la ciencia y la medicina se juzga a si mismo!
El satírico escritor de ciencia ficción Douglas Adams (autor de obras como Guía del autoestopista galáctico) se autoproclamó como ateo radical a fin de diferenciarse claramente de los agnósticos. Sin embargo, Adams no siempre lo había sido. A continuación explica cómo fue su conversión, primero al agnosticismo y finalmente al ateísmo radical:

Y yo pensé y pensé y pensé. Pero eso no bastaba, por lo que realmente no llegaba a ninguna conclusión. Estaba extremadamente dudoso acerca de la idea de Dios, pero no tenía suficientes conocimientos sobre algo que me supusiera un buen modelo de trabajo para explicar la vida, el universo y todo lo que contiene. Pero me mantuve firme y continué leyendo y continué pensando. En algún momento al principio de mi treintena me topé con la biología evolutiva, particularmente en la forma de los libros de Richard Dawkins El gen egoísta y luego El relojero ciego, y de repente (cuando estaba leyendo por segunda vez El gen egoísta) todo encajó en su lugar. Era un concepto de una simplicidad alucinante, pero que daba paso, naturalmente, a toda la infinita y enigmática complejidad de la vida. El asombro que me inspiró me hizo asombrarme de que las personas que hablan con respeto de la experiencia religiosa parecen francamente tontos a su lado. He preferido el asombro del entendimiento frente al asombro de la ignorancia.

Algunos pensamientos de científicos escépticos (III)

¿Quién no conoce a estas alturas a Carl Sagan? ¿Cuántas personas se vieron transformadas intelectualmente por su libro El mundo y sus demonios, donde demostraba que la superstición se alimentaba de temores primitivos, y contribuía a reforzarlos?

Los dioses velan por nosotros y guían nuestros destinos, enseñan muchas culturas humanas; hay otras entidades, más malévolas, responsables de la existencia del mal. Las dos clases de seres, tanto si se consideran naturales como sobrenaturales, reales o imaginarios, sirven a las necesidades humanas. Aun en el caso de que sean totalmente imaginarios, la gente se siente mejor creyendo en ellos. Así, en una época en que las religiones tradicionales se han visto sometidas al fuego abrasador de la ciencia, ¿no es natural envolver a los antiguos dioses y demonios en un atuendo científico y llamarlos extraterrestres?

El brillante filósofo y matemático Bertrand Rusell incluso estuvo en la cárcel por esgrimir tus tenaces ideas sobre la libertad sexual y los riesgos de la guerra y el imperialismo. Su panfleto, Por qué no soy cristiano, se convirtió rápidamente en un clásico del librepensamiento:

He visto grandes naciones, que antes estaban a la cabeza de la civilización, extraviadas por predicadores de tonterías rimbombantes. He visto el aumento a saltos de la crueldad, la persecución y la superstición, hasta que hemos llegado al extremo en que alabar la racionalidad se considera propio de un vejestorio reaccionario superviviente de una época pasada.

Michael Shermer es un escritor e historiador especializado en temas científicos, fundador de la Skeptics Society, y editor de su revista oficial Skeptic, que está principalmente dedicada a investigar temas pseudocientíficos y sobrenaturales.

Lo que sigue es una revisión científica de la historia del Génesis que escribí para dejar de manifiesto lo absurdo que es, en términos lógicos, intentar encajar la pieza cuadrada de la ciencia en el agujero redondo de la religión. No pretende ser sacrilego con la belleza poética del Génesis, sino una mera extensión de lo que ya le han hecho al Génesis los creacionistas con su insistencia en que no se lea como una saga mítica, sino como prosa científica.

Otro escritor de cabeza escéptica es Mark Twain, menos conocido por sus escritos acerca de la religión:

La Biblia del cristianismo es una farmacia. Su contenido es siempre el mismo, pero la práctica médica cambia. Durante mil ochocientos años, tales cambios fueron pequeños, apenas dignos de mención. La práctica fue alopática (alopática en su forma más cruda y descarada). El ignorante y oscuro médico, día y noche, todos los días y todas las noches, atiborraba a su paciente con amplias y odiosas dosis de las drogas más repulsivas que se hallaban en el almacén; le sangraba, le aplicaba ventosas, le purgaba, le daba vomitivos, le desalivaba, jamás concedía al organismo una posibilidad de reanimarse ni a la naturaleza una oportunidad para ayudar. Le mantuvo enfermo de religión durante dieciocho siglos, y en todo este tiempo no le concedió ni un solo día de bienestar. Los productos del almacén se componían aproximadamente de partes iguales de venenos perniciosos y debilitantes y de medicinas confortadoras y curadoras. Pero la práctica del tiempo limitaba al médico al uso de los primeros. En consecuencia, solo podía dañar a su paciente, y esto es lo que hizo.